La sensorialidad en la neurodiversidad

Uno de los principales indicadores a la hora de diagnosticar cuando estamos frente a alguien neurodivergente son las diferencias en la sensorialidad. Ya sea que esta aumentada o disminuida, la sensorialidad en sus diferentes matices nos habla de que hay una manera muy distinta de procesar la información que proviene del exterior y del interior.

Nos dice que hay un cerebro que recibe, ordena y decodifica de manera distinta. Un cerebro para el cual algunas cuestiones van a resultar un gran desafío y en otras una fortaleza. Poder diagnosticar, poder ver y poder entender son la pieza clave para potenciar al máximo el desarrollo de una persona neurodivergente. Permitirle hacer frente a sus desafíos y entender su mejor manera de aprender.

Cuando hablamos de sensorialidad en la neurodiversidad no referimos al sistema sensorial entero. EL sistema sensorial tiene su correlato en los cinco sentidos: vista, oído, gusto, olfato y tacto. Pero también tiene que ver con la parte del sistema nerviosos central del cerebro que los recibe y los interpreta. Con lo cual es esperable que cuando hay una alteración en el procesamiento del sistema nerviosos central o una manera distinta de funcionar este sistema también tenga sus particularidades.

Un caso típico de esta diferencia sensorial de las personas neurodivergentes, por ejemplo, es en las personas del espectro autista. No hay una persona del espectro autista igual a la otra en este punto, porque se trata de un espectro, amplio y diverso. Hay quienes tienen mayor intolerancia a los ruidos, a los olores, a los cambios visuales, etc….Pero, como factor común se pueden mencionar algunas reglas generales.

La vista: La vista es un sistema clave para el desarrollo y el aprendizaje humano. Es a partir del contacto visual que las personas, los niños, pueden ir recibiendo información del entorno. No es el único sistema claro, y menos aún en tempranas etapas de la vida, pero el contacto visual es la puerta de entrada al aprendizaje, a la sociabilización y a la comunicación. A través de nuestra vista y lo que percibimos se activan las neuronas espejo que son las que permiten replicar lo observado y así aprender. En niños del espectro autista, por ejemplo, la falta o disminución del contacto visual es uno de los principales indicadores diagnósticos que llevan a la consulta profesional. La información visual del entorno les puede resultar excesiva o por el contrario puede brindarles muy poca información. El desafío es el aprender a utilizar la mirada como un medio de información, comunicación y aprendizaje. La estimulación y las primeras instancias de las terapias apuntan a lograr el contacto visual como primer paso para que después se puedan dar los otros aprendizajes.

El oído: Lo mismo sucede con los ruidos, hay una sensorialidad aumentada con lo cual los ruidos fuertes pueden ser atemorizantes y desreguladores.

Gusto y olfato: Uno de los temas más difíciles en niños del espectro autista es el de lograr la variedad en la alimentación. Pueden ser muy selectivos e inflexibles en la elección diaria de sus alimentos, ciertos olores y texturas pueden resultar demasiado para procesar y tolerar. Esto hace que su dieta pueda llegar a ser restrictiva y muy selectiva.

El tacto: La sensibilidad al contacto físico también es frecuente. Hipersensibilidad al contacto físico en general, espontaneo, en el juego y en diversas situaciones. Que el entorno comprenda esto es fundamental para no resultar invasivos ni generar incomodidad. Ayudarlos paulatinamente a tolerar el contacto, muy gradualmente y siempre asociado a progresos graduales asociados con situaciones positivas es fundamental.

Entender la sensorialidad en la neurodiversidad y como procesa el cerebro y los sentidos de una persona neurodivergente es un paso fundamental para la comprensión mutua. Desde el lado profesional, para trazar planes de estimulación y tratamiento que se adecuen a las necesidades y formas de aprender de cada niño. Desde la sociedad, para generar un ambiente amigable, no hostil e inclusivo. Haciendo foco en cuestiones que son importantes para alguien neurodivergente, como un espacio reducido en ruidos, un aula no atiborrada de estímulos visuales o una celebración sin fuegos artificiales. La información es clave para generar empatía e inclusión. 

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